25 octubre 2016

Poesía para valientes. "El invierno más largo", de Nieves Pérez Cejas.


Nieves Pérez Cejas (Puerto de la Cruz, 1975) camina descalza por los pasillos de la casa de sus padres en Punta Brava, barrio humilde con olor a mar y a lava mojada. Sentada en un sofá, con las piernas cruzadas, se inclina mientras observa a dos niñas que juegan en el suelo. Tal vez piensa en ella y en su hermana Lali, treinta años atrás. Desde la ventana no siempre puede ver el Teide, a veces hay nubes en el valle. Esos días la casa acoge poca luz, suficiente para una familia que derrocha pasión por la vida y optimismo. Solo así se pueden explicar la intensidad de sus ideas y la claridad con la que compone sus poemas. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de La Laguna. Su curiosidad y un arraigado compromiso social, posiblemente herencia de familia, la han llevado a realizar un máster sobre estrategias, agentes y políticas de cooperación al desarrollo. Ha residido en Cluj Napoca (Rumanía), sirviendo en el Programa de Secciones Bilingües del Ministerio de Educación. Asimismo, es autora del curso Breve acercamiento a la literatura castellana escrita por mujeres de la Consejería Canaria de Educación, y ha colaborado para la editorial Santillana en la adaptación a Canarias de los libros de Lengua castellana y Literatura de la ESO.

Como escritora y gracias a su primer premio literario, a los 16 años, viaja por Latinoamérica. A su regreso retoma la poesía como herramienta para profundizar en sus mareas emocionales. Participa en la antología internacional para mujeres poetas convocada por el movimiento MPI (Mujeres Poetas Internacional) de la República Dominicana, en homenaje a su Festival Internacional de Poesía Grito de Mujer contra la violencia de género (Jaque al rey, pag.54). Cuando habla de poetas lo hace de Rafael Alberti, de Luis García Montero, de Elena Medel...

Nieves Pérez Cejas
No es para cobardes su último poemario El invierno más largo, ganador en 2015 del XVII Premio de Poesía Luis Feria, que se engloba en los Premios Culturales que convoca y edita cada año el Vicerrectorado de Relaciones con la Sociedad de la Universidad de La Laguna, en Tenerife. Una fortaleza de veintisiete poemas que esta profesora de Lengua y Literatura, con inquietudes viajeras (véase su página “de viajes, en la que, como en los viajes, realidad y ficción se entremezclan” https://conuvedeviajera.wordpress.com/) y fuerte compromiso social con la mujer, levanta desnuda, no vulnerable, y dedica “a las mujeres que van a la guerra / a las que no / a mis abuelas”.

Abren esta corta serie de poemas dos citas: 
La primera, de una premio Nóbel, no en literatura, en Medicina, Rita Levi-Montalcini, que presta título y final al poema 3, y que sirve de base sobre la que edificar: El cuerpo hace lo que quiere. Yo no soy mi cuerpo, soy mi mente: “(…) que echen a volar las mariposas de mi pelo / mi cuello las recoge y las ofrece / hambrientas / descaradas / libres / (…) / desnuda me muestro / con el sexo abierto a palabras nuevas / dibújame así / transparente / envuelta en los versos que oculto / en esta piel de carnaval / apátrida y blasfema (…)”. 
Y la segunda, de Alberti y sus primeros escarceos con el Surrealismo, un fragmento de La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo. Porque puede ser esta pintora vanguardista —musa y algo más de algunos poetas del 27— la que presta con su nombre (una cita suya en el poema 25) y su postergada figura artística el tono reivindicativo a la autora para conformar los cimientos de la torre, y herir desde sus aspilleras con agudos dardos femíneos: “Periferias I - pensé que al llegar la primavera / se iría la lluvia / y hablarían las poetas / pero el invierno fue largo”; o ena Perseo - y si además de a Medusa, al reflejo temes / aléjate de mí”.

Dardos que protegen intramuros, en el camarín secreto de la autora, ahora desvelado, poesía de supervivencia, tal vez desengaños, ausencias... Títulos como Antes de las cenizas, el fénix; no soy una amazona; mujer sin pecho; a mis manos me encomiendo advierten situaciones de abatimiento, tal vez enfermedad cercana, que la han conducido a ejercicios de autoconocimiento sobre los que reafirmarse, descartando la autocompasión como desencadenante del hecho poético: “no soy una amazona - no necesito deshacerme de mi pecho / para colgarme el carcaj / desbordado de palabras”.

Pero es la hoguera de la mujer la que quema desde el centro amurallado de todos sus poemas: su sensualidad, su cuerpo como lugar de encuentro con el hombre, presa tal vez, no enemigo: “(…) / no te acerques / o acabarás lamiendo / las entradas de mi escote / la hiel de mis escamas / la savia que resbala / y que te atrapa / en un lecho de carmín / y de batallas (…)”; su integración social plena e igualitaria, su insumisión a las tradiciones y normas establecidas en una sociedad que aún no ha desterrado el machismo de sus calles: “(…) los hombres quemaron su latido / arrojaron manzanas a su cuerpo / escupiendo blasfemias heredadas / sobre una boca rota / tatuada de serpientes / cuando se fue la noche / se marcharon / cansados de luchar contra sí mismos / recogieron los palos y el trofeo / que era su vientre incendiado de verdades (…)”; su imprescindible rebelión ante la violencia sexista que todavía sigue dando negras noticias y víctimas a la tierra: “interrupción no voluntaria – te dije que no / y con un palo golpeaste el ruido de mi cuerpo / te dio igual despertar a los vecinos / a las venas que dormían soñando mariposas / con un palo de hombres muertos / llenaste de hormigas las alfombras / la saliva era la sangre / rota / roja”.

Este largo invierno azul oscuro, como el del mar que rompe de blanco los negros acantilados de Punta Brava, de tono directo y preciso, de voz poética clara, pausada, a veces minimalista, con guiños al surrealismo y al castellano que hablan los de Canarias (alongada – como llovía fuera / no hacía otra cosa que escribir / agarrada a la ventana / alongada / como solo saben alongarse las mujeres”) termina con una duda, “en período de hibernación - ¿y si al llegar la primavera aún tengo húmedos los párpados?”. Esta pregunta solo acentúa esta nueva sed en mí, su lector.

Afortunadamente los manantiales se otean cercanos. Aunque El Invierno más largo, busca aún editor que lo muestre desnudo, como se escribió, fuera del vestidor de los premios, pronto se espera  — ¿para Navidades?— La melancolía de los supermercados, su nuevo poemario, esta vez sí, en solitario.


Leopoldo Espínola
Octubre 2016

15 abril 2016

SONETO AL NIÑO CAMPESINO


Nació del sol su vida de olivares
escarchados, de cerros desgastados,
de veredas, de polvo, de ganados,
pesebres y domingos sin altares.

Se amamantó en el viento de azahares,
de encinas y alcornoques descorchados;
espigó entre trigales cosechados;
creció ausente del mundo y de sus mares.

Pronto sembró con el sudor su escuela:
del trabajo forjó su libro, su arte,
se hizo fuerte al dolor, a su cuchillo.

Y atravesó su carne avara espuela
de sangre y humildad, de parte a parte.
Precoz: se hizo mayor sin ser chiquillo.

1º Premio 
I Certamen de Poesía Pintor Amalio 
"Cantor del Pueblo Andaluz"
(2016)

08 abril 2016

CAMINO A LAS CENIZAS

 


1

¡Vuela implacable y hazme viejo por fuera;
ve precoz al oxidar mi esqueleto;
mas debes permitirme, tiempo inquieto,
que mi mente esté joven cuando muera!

¡Cubre de cenizas mi cabellera;
arrúgame la dermis de respeto;
convierte mi mascar en un aprieto
mas deja siempre clara mi sesera!

¡Hazme torpe y tronchado por dolores;
que no oiga, ni adivine los olores;
acorta cuanto quieras mi mirada,

muda mis pies en cauchos rodadores;
mas se olviden tus filos roedores
de arrojar mi cordura a la estacada.


2

Tu arpón definitivo por dos veces
hundiste sin piedad en mi contento,
quebrando mis raíces de momento.
¡Maldita tu misión cuando apareces!

Desgarros insalvables me aconteces
cuando surca, implacable, tu lamento,
trocando el corazón y su cimiento
por las tristes cenizas que me ofreces.

Frontera cierta, linde de la nada,
oscuro y frío lance del tormento,
resuelves ser y vida a tu albedrío,

esencia y carne ordenas separadas.
El tiempo me aproxima a tu talento,
me acechas impasible entre los míos.


3

En la cruz de la vida estoy anclado,
donde nacen senderos divididos,
donde nunca dudaron decididos
que al pasar me apartaron hacia un lado.

Divagué entre las nubes del pasado
errante, por caminos fementidos,
que dejaron cruel rastro en mis sentidos
y mi aliento indeciso y apocado.

En el pecho, el reloj con sus latidos
me invitó al coqueteo con la senda
que ocultaba al horizonte mi destino.

En la mente, los años aprendidos,
me instaron a elegir en la contienda
pero ya sin lugar a desatinos.


4

No es la fe de preceptos prisionera,
ni esclava de domingos la razón.
No hay más dios que el mismo corazón,
ni más credo que amar, aunque doliera.

El hombre que en el Gólgota muriera,
tras sufrir dolorosa vejación,
no decretó ninguna religión,
ni pretendió a ninguno que lo hiciera.

Su conducta fue su única lección,
sus palabras el único sendero,
entregarse a los hombres, su misión

hasta verse sangrar en el madero.
¡Tanto amor arrastró en su procesión
que aún alumbra su luz el mundo entero!


5

¿Cuál es el camino que todos siguen,
el de los que juzgan pronto al asceta,
parásito en la umbrática cuneta
escondido de yugos que fustiguen?

¿Cuál es el final que aprisa persiguen,
cuál el feliz desenlace, la meta
que ansían? ¿Esa alegría completa
es hacedera por más que se obliguen?

Es fin la muerte. Es principio la vida.
Es todo vivir y andar sin maletas
de inane postín: son carga perdida.

La vereda va del amor prendida,
a su sombra, a la luz que los poetas
velan por la paz del orbe encendida.


6

Piensa el perdedor que es mejor la huida
si la derrota estrangula su historia,
si los rumores de aquella victoria
solo memoria son, descolorida.

-¡Qué le voy hacer —piensa— si así es la vida
siempre dando vueltas como la noria:
antes arriba gozando en la gloria,
debajo después con la tez caída!

Caída la tez tan baja en el suelo
que solo progresa con desacierto
cuando presenta su plan de salida.

-¡Oscuro horizonte, ya no hay consuelo!
Entonces su amigo, grande en acierto,
le ofrece sin más su mano tendida.


7

Suelta el velado  lastre de tus penas,
ya se alivió el dolor de tus heridas,
ya se fue tu tristeza complacida
de lágrimas y celo, marchó plena.

Persigue el fluir constante de la arena
que el tiempo no detiene su medida.
Salta a la vaga sima de la vida;
desata de tu cuerpo las cadenas.

Entrega tu sustancia a la caída
y goza en el danzar de los momentos
sin dudar si abrirá el paracaídas,

si queda algún Edén en el desierto...
No prodigues el tiempo de tu vida,
no hay más allá tras de ese último puerto.

1º Premio
VII Premio de Poesía de Gerena (Sevilla)


(2016)