24 junio 2018

Las Fuentes de la Luz en Alejandría

Con Julio Aljandre

Tiene Azuaga una Alejandría pequeña y muy particular en su centro urbano. No existen desiertos en sus alrededores, sí campiñas bajo un sol que puede mirarse de frente cuando su fuego se agota tras de una densa y parda calima como la de ayer tarde. Extensa se pierde la mirada sobre el oro del cereal en junio, oro que a mi regreso anoche con Javier Ruíz, después de la presentación allí de Las Fuentes de la Luz por gentileza de Manuel Calero, regalaba agradables efluvios a siega y a espiga. He pasado muchas veces por esa carretera que nos devuelve a Malcocinado y luego a Alanís, muchas, en otros años de vertiginosa juventud; pero solo anoche, conversando con alguien que ha vivido esa comarca más intensamente, reparé en esos aromas noctívagos del sur extremeño estival. Y es que traíamos de vuelta el corazón henchido de nostalgias, de buenos tiempos y viejas amistades.

Con Manuel Calero
No hubo mucho público en la presentación, pero sí se notó la cercanía de los presentes. Tiene la poesía poco tirón y los pueblos poca gente para tanto evento como organizan sus habitantes. Primero leyó Manuel desde el atril, presentó impecablemente el acto y habló de su proyecto de Librería-cafetería con micro abierto, un regalo literario para una comarca alejada de los privilegios culturales de la ciudad. Y también de feisbu y de una amistad digital de color azul con algún emoticono que a los dos me gusta y compartir

No leyó Julio Alejandre, dijo como si leyera lo que hubiese escrito, como si me conociera desde hace ¿cuarenta y nueve años?; dijo tanto de mí, tan interesante que, emoción contenida, pensé en cerrar el acto cuando acabó de decir para no estropearlo. No contento, también leyó después poemas del neonato, y todo sin moverse de la mesa. Luego aburrí hasta la saciedad, sermoneé, justifiqué mi incapacidad, me autoflagelé poéticamente hablando y más detalles que omito para no cargarme también esta crónica… 
Jaime Ruíz lee A la deriva 
Lee Mari Ángeles Cabeza

Luego leyó todo aquel que quiso algo leer, mientras de fondo inundaban las estanterías el chorro de la fuente de San Pedro y una coral de pájaros arrancados a su entorno y arrastrados hasta allí en un penn drive: leyó, analizó, emocionó, se emocionó Jaime Ruíz Peña, ese coach y gran orador, luchador inquebrantable de y por la gente, la cultura, el desarrollo de su tierra, doblegada su laringe hasta el silencio por ese mar que amparan las diecisiete últimas sílabas de A la deriva; luego Pepa Gómez Bustamante, María del Carmen Carrizosa Prieto, Antonio López Garijo, Mari Ángeles Cabeza Torres, que no quiso faltar por poco tiempo que tuviera, gesto que me abruma.

En definitiva, un grupo de locos soñadores en una bonita librería con ganas de recordar, de contar, de reír, de emocionar, de mostrar otros caminos que se han creado para intentar cambiar las cosas que no nos gustan de esta vida escribiendo, aunque sea en la dura piel de una bellota y entre cervezas. Un grupo de locos y locas sin cuya amistad este poeta ya no podrá sentir.   
Con Mari Carmen, Antonio López, Pepa Gómez y Julio Alejandre, socios de Entre Pueblos