Justo en
el amanecer del hastío,
antes de
la fractura, de los trozos
de
rutina, deshacerse las rejas
de
diarios y costumbres…
Justo en
la linde roja del temor
que juraste
ante el ara infranqueable…
Antes de
la huida hacia ese mañana,
hacia cada
presente en soledad
que rematas
curtida en la derrota.
Justo en
la no mirada: aquella nuca
que permitió
el peldaño definitivo…
Antes de
desertar, dejarlo todo,
solo al
que fue sueño y futuro un día,
granito
sobre el que aferrar la vida...
Antes de
la herida que abrió
al pretérito,
a sus ojos contritos,
a su lluvia
al alejarse tu espalda…
Debiste reparar
en esa fuente
ofrecida
al alcance, los reflejos
de su
caño seco, ciegos tus afanes;
comprender
que tu llama
—aún tu piel
oasis fresco ante el espejo,
aún tu
cuerpo incendio entre las sábanas,
hoy desierto
de seda, de deseo… —,
se apaga
en estas horas solitarias
pobladas
de silencio en tu piso,
en tu
nuevo castillo inesperado,
distraídas
en labores tus manos:
abanicos
para soplar la sal,
para
barrer del tiempo los errores.
Del libro "Diatribas"
Finalista XXV Premios de Poesía Luz de Tarifa
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