18 septiembre 2022

El anciano de la Rambla

Se sienta sobre su andador
bajo las palmeras, desdeña
esos bancos de lava tallada,
ásperos por la intemperie
que dicen es más sana
respirada junto al mar,
un mar gris, como su ropa,
que se ve, que puede olerse,
oírse deshacerse en espumas
abajo, al final de la rambla.

Son su piel y su pelo viejos,
su tez oscura, su gesto
paradójicamente alegre,
llano, sincero, o triste cuando
a veces pierde su mirada
entre esas palomas urbanas
que pasean indiferentes
su tosco plumaje de ciudad,
confiadas, como turistas;
mientras ellas picotean
del suelo las migas de la vida,
él desgrana de la suya largos
los minutos cada mañana.

Posa del revés en sus rodillas
un raído sombrero de tela
sobre el que cae lentamente,
casi imperceptible la nube
que exprimen los alisios
contra el pinar de la cumbre;
también la caridad, pobre
el metal que apenas remienda
en su destartalado cuerpo
los descosidos del abandono.

Las palomas, el viento, la gente
pasamos de largo. Él sonríe
a pesar de la indiferencia,
del forro vacío en su sombrero...

Y mientras sus labios musitan
con tenues hilos de voz
el mantra de la necesidad,
te preguntas por qué tu miedo,
la fingida ceguera, por qué lava
tu conciencia la desconfianza...

Pero sabes la respuesta,
sabes qué puerta debes abrir,
guardas cerca su llave y temes
usarla, temes las secuelas
de esa elección sin retorno,
y te falta el valor que exigen
la fe y el amor, ese abandono,
ese olvido de ti en el que mora
la libertad que tanto ansías.

En silencio te alejas, ocultas
el ser humano que pretendes,
el que alimentan las palabras
que escudriñan tus anhelos,
el bálsamo para tus dudas,
y que despierta en tu interior
cada vez que te hieren los filos
de la caridad, de la compasión...

Al cabo, cuando tu memoria
vuelva por la rambla al mar,
a la sombra de esas palmeras
siempre estará el anciano,
sonriendo sobre su andador,
seguirán el viento y las palomas
paseando indiferentes como
turistas, y los bancos de magma
ásperos, como tu corazón,
endurecidos, y con tu llave,
tal vez ya oxidada, aún
guardada en tu conciencia.

1º Premio
XXII Memorial Rosario Martín de Marchena (2022)

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