18 septiembre 2022

SAVIA LENTA



1

DE UNA RAMA ocre y recta de castaño
que el otoño grisáceo desnudara,
ha ingeniado el jornalero una vara
para darle al olivo con redaños.

Y las verdes olivas que dio el año,
que el hielo del invierno avejentara,
se van del olivar a la almazara
como hasta el matadero los rebaños.

Allí, con basto esparto por sudario,
sufriendo el peso infame del granito,
serán sus agrios huesos molturados

hasta sangrar sus restos olearios.
Su bálsamo dorado, crudo o frito,
será en la buena mesa festejado.


2

Cada año trae septiembre su rebeca
de esperanza al bracero del olivo,
levantando su frente del estivo
acarro polvoriento, de la mueca

amarilla del campo, de la seca
presencia de las fuentes, del festivo
letargo de calores, del esquivo
jornal que cosechó su faz reseca...

Entorna su mirada hacia el poniente
mientras raja en sus manos el terruño
y, aunque no sea amigo de plegarias

ni sayón de cofradía, entre dientes
al cielo le suplica alzando el puño:
“¡Ahora, envía tu lluvia, es necesaria!”


3

Mientras, mira a su hijo cara a cara
—ve en el tierno rubí de su mejilla
la infancia que él perdió cuando la astilla
de miseria en su casa se clavara—,

y le dice, con voz severa, clara:
“¡Que no encalle en el olivar tu quilla,
gobierna tu navío hacia otra orilla
allende de la márcola y la vara,

que es perenne la pena del bracero
como la hoja del olivo; que dura
su vida — álabe colmado — encanece

rindiendo su corazón tareero!”
Y mientras, en el olivar madura
al sol aún la aceituna y se ennegrece.


4

Cargado el membrillar se despiden las calores,
berrean su septiembre con celo los venados,
se ahuecan los nogales, se rajan los granados
y el campo espera nubes que rieguen con colores.

Despabila su cuerpo al rigor de los albores,
cauteloso el bracero, indaga precio, mercado
que la pena merezca, denarios al contado…
Ya consumó el olivar su carga, sus verdores.

Todo el año aparejando el alba de este día
para esmuñir sus ramas, su fruto venerado,
para alumbrar riqueza, sonrisa, regocijo

en casa del bracero, en la que convivía
la cruda incertidumbre, el jornal subvencionado,
la estrechez, el saldo y la resignación del hijo.

  
5

Bruñe octubre la noche con su luna
de nácar plateando nubarrones;
ya dio el otoño al olivar sus dones
y al bracero tranquilidad, fortuna...

Una nevada verde de aceituna
tupida carga extrema los chupones.
Dispuestas escaleras y esportones,
sonríe una mujer junto a la cuna.

Así pasan los años del olivo,
así la savia lenta de su tempo:
Como padres vigilan las alturas,

como madres celosos del cultivo;
así van los braceros por su tiempo
cavando en olivares sepulturas.

2º Premio 
XXXIV Certamen de Poesía de Exaltación al Olivo 
Ahigal (Cáceres)

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